Teodoro Martín de Molina

 

PRESENTACIÓN EN VOZ BAJA

Centro Artístico, Literario y Científico de Granada.

 14/03/2023

 

La luna, siempre la luna,

La luna me la mostró;

La luna, siempre la luna,

Cuando mudó su color.

 

El agua miraba alegre

A la luna que salió,

El agua de aquel arroyo

Donde la luna bebió.

 

El reflejo de esa luna

Que al arroyo se asomó

Sus ojos de verde luna

En mis ojos los clavó.

 

Se turbaron mis esencias

Mi voluntad se quebró,

El cesto de su regazo

Mis pedazos recogió.

 

Alegre luna y arroyo,

Agua, reflejo y temblor,

Verde luna y sol temprano,

Trabalenguas del amor.

          Es este uno de la veintena de poemas que se han caído de la novela que hoy tengo el gusto de presentaros. Quizá algún día, los retome y los dé a conocer como un apéndice de la misma. Y es que, como nos cuenta su protagonista que les decía su maestro: “escribir no es como echar a freír un huevo”, sino que es como plantar un jardín, y esto tampoco es “como sembrar en barbecho”; todo requiere su tiempo, su cuidado y sus retoques y más retoques hasta que pensamos que lo escrito puede mandarse a la imprenta.

Algo parecido me ha pasado a mí con la gestación de esta mi segunda aproximación al mundo de la ficción. Un terreno casi nuevo para mí que últimamente vengo de desarrollar trabajos donde el romance, la quintilla y la Espinela han sido moneda de uso corriente.

Por lo tanto, no es extraño que en un primer momento y a lo largo de la novela dejara traslucir de una manera más o menos explícita mi afición por el uso del octosílabo rimado.

El romance que acabo de leeros no lo traigo a colación así porque sí, sino porque la luna, en la novela, como diré más adelante, se convierte en un personaje principal que influye en el devenir de este drama en tres actos que es “En voz baja”.

         Lo quiera o no lo quiera, en mí creo que hay una vena, no sé si llamarla repentista o impulsiva, que me hace escribir de una manera no siempre lo suficientemente reposada como lo necesita cualquier tipo de creación. Algo que en sí mismo no es malo, pero que después conlleva tener que reflexionar concienzudamente sobre aquello que te surgió de modo espontáneo y que no siempre es lo mejor, lo que más interesa, para conseguir un producto final atractivo en primer lugar para ti mismo y después para los posibles lectores.

A veces, empiezas a escribir con una intención que después puede que se mantenga o que algún elemento te haga cambiar el rumbo. Algo de eso me ha sucedido con “En voz baja”. Mi intención era la de presentar un diálogo amable entre un hijo y su madre en el que hicieran un recorrido por lo vivido en el tiempo que estuvieron juntos, pero en los primeros capítulos de la novela, y de forma insospechada, surge la luna y con ella un tercer personaje fundamental en la novela. Con su aparición todos mis planes se trastocan y la novela caminó por los derroteros que aquellos la condujeron hasta terminar siendo lo que es.

Hay veces en las que el autor es el dominador de la situación y todo lo que escribe va siguiendo el rumbo que él tiene predeterminado. Desde el principio el autor va llevando a los personajes por el sendero que tiene planeado y el argumento se va desarrollando según lo previsto o con muy pocas variaciones. En este caso, como decía antes, la aparición de la luna y de ese tercer personaje hicieron que yo, como autor, me dejara guiar por ellos arrastrando conmigo al resto de personajes que aparecen en la novela. Ya no hubo posibilidad de tomar otro rumbo que no fuese el que los personajes me fueron marcando. Así, entre todos, le fuimos dando vida a la historia hasta llegar a su conclusión. 

Al acabar la primera parte, quizá la más desgarradora, hago una lectura para corregir posibles errores y ya me doy cuenta de que cada vez que terminaba la lectura de esa primera parte tenía la necesidad de volver a leerla. Disfrutaba con su lectura y relectura y, al mismo tiempo me iba percatando de que tenía necesidad de continuar la historia. También me daba cuenta de que, de una manera consciente o inconsciente, había ido dejando algunos cabos sueltos que podrían dar pie a una segunda parte. Algo que, inevitablemente, se produjo y que como me pasara con la primera, esta segunda me obligaba, en cierta medida, a escribir una tercera parte que fuese la conclusión de la novela en su conjunto.

         Tras darla por concluida habría repasos y más repasos hasta ir perfilando todos aquellos detalles que pudiesen abundar en la esencia de los temas que trata el argumento. También hubo lugar para ir limando aquellas aristas de algunos pasajes que en un principio me parecían inocuos pero, que al analizarlos con reposo, veía que existían otras posibilidades de presentar los mismos hechos sin necesidad de ser excesivamente explícito o excesivamente cauto. En esa tarea, y en otras muchas, conté con la ayuda de mi mujer a la que estuve martirizando con el análisis de la novela hasta poco antes de darle el visto bueno para que se enviase a la imprenta.

Al acabar la novela, en más de una ocasión estuve tentado de subtitularla como un drama o una novela en tres actos, con tres escenarios perfectamente definidos y un personaje protagonista, que es el narrador, acompañado de otros personajes fundamentales como son la interlocutora del protagonista, su madre, y aquellos otros que tienen papel destacado en el desarrollo de toda la trama. Al leerla, me daba la sensación de estar viendo una obra de teatro o una película, y como tal me la iba imaginando, de ahí la idea de subtitularla de ese modo.

Como decía al principio, aparece la luna como personaje inanimado pero que toma vida a lo largo de toda la obra marcando, de algún modo, el devenir de la misma, por ello son frecuentes las referencias a ella:

Las noches de luna roja nunca traen nada bueno…

Cuando la luna se perdía, usted se perdía con ella…

La luna roja, que había estado brillante toda la noche, pareció ponerse de luto y un negro nubarrón la cubrió…

En las noches de luna nueva, cuando el tiempo lo permite, me distraigo mirando el firmamento…

Dicen que la menguante es la luna del trasiego…

Esa noche de luna llena, con los presagios de hielo del canto del cárabo, tirité, mas no de frío, madre…

Las lunas se suceden como todo en esta vida…

Además de la luna también hay en la novela otro elemento inanimado con un papel esencial en el desarrollo y desenlace de la trama que es un cuaderno. Un cuaderno que es el que va a ayudar al protagonista a vivir un amor inimaginable, al tiempo que también le va abriendo los ojos a él, y al lector, para al final averiguar el origen de todo lo sucedido.

Belén Esturla, la ilustradora de la portada, basa el motivo de la ilustración en el hecho de que el libro es: “Una historia compleja cargada de emotividad contenida en esos dos personajes que callan, en un contexto rural y rodeados de silencio, representado por el vacío compositivo, es decir, por el color blanco de la cubierta. La acuarela ha sido la técnica escogida para conseguir ese toque de melancolía, tristeza y la sensación de eternidad y evanescencia que desprende el texto”.

Pienso que es una muy buena sinopsis de la novela. No obstante, a mí me gusta definir “En voz baja” como una novela breve e intensa sobre la soledad, el amor, el silencio y, sobre todo, lo que amalgama: el recuerdo, para el que, como dice el protagonista: “Aún no se ha inventado la ley que lo prohíba, el guardia que lo reprima ni la medicina que lo cure".

Está escrita en forma de monólogo interior. En ella el personaje principal nos va presentando este drama a lo largo de las tres partes que componen la novela, cada una de las cuales es un escenario escogido para ahondar en su esencia: soledad, amor y silencio.  Estos elementos acompañan al protagonista en todo momento y van con él como su propia sombra, unas veces delante, otras detrás y otras a su lado.

En un tono intimista el personaje principal nos narra los sucesos que han marcado su existencia, haciendo un recorrido por su vida en un constante ir y venir desde el pasado más cercano hasta el más remoto y viceversa, con un lenguaje sencillo que a veces es crudo, descarnado y en otras ocasiones más amable llegando en algún momento a lo etéreo.

“Aquí, madre, pareciera que no pasa nada, pero de todo pasa”. Le dice el protagonista a su madre cuando descubre todo sobre el origen de lo sucedido. Dicha afirmación es una verdad irrefutable referida a cualquier ámbito de la vida y en cualquier época, en este caso el ámbito es el mundo rural y la época las primeras décadas de la segunda mitad del siglo pasado donde, de forma nebulosa, parece tener lugar la acción de la novela. Es por ello que en su desarrollo aparecen, además de los temas que podemos considerar como esenciales, otros actuales que van desde el aborto al acoso, la eutanasia o el maltrato a la mujer... porque son aspectos inherentes al comportamiento humano y siempre han existido, en todos los ámbitos y en todas las épocas.

Dentro del drama en el que se desarrolla la acción, la novela también es un reconocimiento al trabajo y la dedicación de la mujer rural. Una expresión de amor por la naturaleza y los animales. De igual modo, en cierta medida, como se ve en muchos pasajes, existe la pretensión de valorar al distinto por lo que es y no por lo que los demás piensan que debe ser. La relación del poderoso con el débil también se deja traslucir a lo largo de sus páginas.

La novela no deja de ser una vindicación de la gente humilde y sencilla que pasa desapercibida para la mayoría de los que viven a su lado pero que, sin embargo, tienen un mundo interior como el de todos estos, cuando no mucho más rico y pleno.

Tras este breve resumen de los para mí aspectos más característicos de la novela, termino como empecé, con otro de los poemas que, de algún modo, está presente en el texto.

Comencé con la luna y con ella termino:

Que lo mío ya no es mío,

Que lo mío se marchó,

Se lo llevó una zagala

Rompiéndome el corazón.

Esa zagala es la luna,

La luna es usted, soy yo,

Poderosos nos juzgamos

Mas ella nos marca el son.

Y creeremos de nuevo,

Se revivirá el amor,

Aquel amor que en la noche

La luna se lo llevó.

 Espero que aquellos que se acerquen a las páginas de “En voz baja” se dejen llevar por estos personajes anónimos como yo lo hice al crearlos. Que transiten a su par disfrutando o sufriendo con ellos los momentos que en la novela se narran.

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