El Señor de los Leones

Con este libro, segunda parte en romance del Quijote, culmino mi peculiar versión de "El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha". Cuando lo comencé, pensé que sería tarea más fácil que la recreación de la primera parte, creía que sabía dónde me metía, y nada más lejos de la realidad. Han sido casi ocho años de muchos ratitos dedicados al traslado al verso de la novela cervantina. Después han venido las múltiples correcciones (en las que todavía me hallo) tratando de eliminar el mayor número posible de erratas, gazapos y errores, para dejarlo lo más decentemente posible antes de darlo a leer al que pudiera estar interesado en su publicación. Si este caso no se diese, me aventuraría a una edición de autor para, al menos, dar la oportunidad a aquellos que tienen la primera parte, "El Caballero de la Triste Figura", de poder completar la obra con "El Señor de los Leones".

Si el trasvase de la primera parte de la obra de Cervantes al romance me lo tomé como un divertimento, lo cual me ha llevado a una revisión muy a fondo de la misma por si fuese posible una edición conjunta de las dos partes, en esta segunda la tarea ha sido mucho más concienzuda y creo que la propia estructura del Quijote me ha llevado, casi sin darme cuenta, a realizar un trabajo bastante más meditado y por tanto más profundo y meticuloso.

Una vez que la he concluido, he sentido cierto alivio porque algunas veces he llegado a pensar que no sería capaz de terminarla. Ahora que lo he conseguido, ya casi la echo de menos y vuelvo a leer fragmentos, unas veces al azar y otras escogiendo un pasaje determinado para no perder el vínculo con la obra. A algunos les podrá parecer una banalidad, pero para mí, por el trabajo y el tiempo que le he dedicado, ha supuesto una enorme satisfacción, comparable a la que debe de sentir el alpinista que, tras ímprobos esfuerzos, consigue alcanzar la cima de su primer siete mil, seis mil, o tres mil…, y después se recrea mirando las fotos en las que quedó plasmada toda su aventura. Al fin  y al cabo, qué es la escritura sino una aventura sin fin.

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