Teodoro Martín de Molina

"EN VOZ BAJA"

 

"Cuando pase mucho tiempo, la gata y el libro volverán a formar parte de la tierra. Y volverán a florecer en las hierbas y plantas que se comerán algunos animales que parirán a otros. Algunos hombres se comerán a esos animales y crearán otros libros como el que yo enterré, y como el cuaderno sin acabar del Inglés que todavía lo tengo escondido en el hueco de una viga del pajar. Casi nunca lo cojo, porque como no lo entiendo, pero me gusta ir allí en alguna ocasión, tocarlo y comprobar que sigue en su sitio; a veces lo abro y lo único que sigo entendiendo es su nombre. Ya no recuerdo el tiempo que hace que no pinto por allí, puede que hasta lo hayan roído los ratones."

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"Me encanto mirando a las monteses. Mira que son hideputas: planta que roen, planta que no vuelve a brotar. Qué tendrá la saliva de esos animales, me van a obligar a embarrar los plantones como cuando careo las nuestras; pero el porte que tienen, la gracia con que se mueven, su agilidad para trepar por los riscos, el modo en que saltan... Todo eso hace que me olvide de los almendros que han dejado sin brotes. Llegué a comprarme unos largavista para poderlas observar de cerca, y no me cansaba de hacerlo. Con el tiempo se han ido aproximando tanto hasta donde está uno que ya ni necesito de ellos. La madre y las chotillas se cruzan de una parcela a otra. El macho, con la cabeza en alto, las vigila mientras ellas se alimentan tranquilamente. De ese modo he pasado muchos días, miraba y miraba y nunca me cansaba de hacerlo. Cada día encontraba algo nuevo en cómo se comportaban. El día que no asomaban por el trance de las chaparras, me quedaba un poco atontado, como si me faltase algo.

¿Quién miraba y quién se hacía ver, madre?"

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