Teodoro Martín de Molina

 

“EL CUADERNO”

 

"Se levantó, abrió la puerta y, arropada en una especie de mantón, salió al sereno. Daba pasos breves rodeando el chaflán de pizarra que bordea la era. Las piedras parecían recibir con pequeños ruidos de alegría cada una de sus leves pisadas. Su pelo suelto lo agitaba suavemente la fría brisa que venía de las nieves de las sierras. Y cuando miraba al cielo, se enfrentaba con la luna y le iluminaba su cara como un momento antes lo habían hecho las intermitentes llamas de la candela. Parecía más extranjera que nunca. Además de la prenda de abrigo con que se arropaba, se veía como envuelta por un halo de misterio, de enigma, de atracción. Luna roja de la sangre, luna menguante del adiós y ahora la luna llena…"

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"Yo, al igual que usted, probablemente, me vaya de este mundo sin haber pisado la playa, sin haber remojado mis pies en el agua salada. Pero no por ello hemos dejado de sentir como los que conocen, han visto y han vivido todas esas sensaciones que nosotros nos hemos tenido que imaginar cuando otros las han tenido tan a la mano. No importa madre, no importa, el sentimiento es parecido, pienso yo. Si no vimos el mar, sí vimos los campos de trigos cuyas espigas se ondulan como las olas cuando la marea las mece al son de los gorjeos de los pájaros: allí las gaviotas, aquí los vencejos, las golondrinas, los gorriones, el verderón, la cogujada…, y tantos y tantos pájaros que gustan de comerse el grano de las espigas como la gaviota el incauto pez que entre olas buscando la luz encuentra la noche más oscura."

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